¿Por qué tanta agresividad?
¿Por qué tanta agresividad?
¿Por qué tanta agresividad?
LAS causas de la agresividad son complejas. Incluso los científicos reconocen que no se entienden del todo. En lo que sí concuerdan los profesionales de la salud mental es en que todos reaccionamos a ciertos “detonantes de la agresividad”.
Un detonante puede ser algo que nos frustre o irrite, por lo general una injusticia. Otro puede ser una supuesta ofensa, quizás un insulto o una falta de respeto. Una amenaza imaginaria a nuestra reputación o autoridad también puede desatar la ira.
Claro está, los detonantes varían dependiendo de la persona, la edad, el sexo y hasta la cultura. Incluso varían las reacciones. Hay quienes rara vez se enojan y, cuando lo hacen, se reponen rápidamente, mientras que otros ceden fácilmente a cualquier provocación y se quedan resentidos por días, semanas, meses o hasta años.
Vivimos rodeados de detonantes potenciales. Pero, además, parece que el umbral de tolerancia está disminuyendo. ¿Por qué? Un factor es el espíritu egoísta del “yo primero”, típico de nuestros tiempos. La Biblia predijo: “En los últimos días […] los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, presumidos, altivos, […] testarudos, hinchados de orgullo” (2 Timoteo 3:1-5). ¿No es cierto que esta lista coincide muy bien con la actitud de la gente en general?
Ese espíritu egocéntrico explica por qué suelen enfadarse las personas cuando no logran salirse con la suya, por ejemplo. Ahora bien, hay otras razones por las cuales va en aumento la agresividad. Veamos algunas.
El ejemplo de los padres
Los padres ejercen una profunda influencia en el desarrollo de la personalidad de sus hijos durante la niñez y la adolescencia. El psicólogo Harry L. Mills señala: “Desde muy temprana edad, los niños aprenden a expresar su enojo siguiendo los modelos que observan a su alrededor”.
Si un niño se cría en un ambiente hostil —donde los ánimos se caldean por cualquier insignificancia—, aprenderá a reaccionar de la misma manera ante las dificultades de la vida. Podríamos compararlo con una planta que se riega con agua contaminada. Crecerá, sí, pero no como debiera; incluso podría sufrir daños irreversibles. La hostilidad es como agua contaminada, y los niños que están expuestos a ella tienden a ser agresivos de adultos.
La masificación urbana
En 1800, un 3% de la población mundial vivía en zonas urbanas. En 2008, el número había ascendido al 50%, y para el 2050 se espera que alcance el 70%. Cuantas más personas vivan apiñadas en las grandes urbes, mayores serán los niveles de agresividad y frustración. Por ejemplo, la ciudad de México es una de las metrópolis más pobladas del planeta. Allí, los congestionamientos de tráfico son una de las principales causas de ansiedad. Con dieciocho millones de habitantes y seis millones de automóviles, “bien podría ser la capital con más estrés del mundo”, informa un periodista. “El tráfico es tan exasperante que las calles son un polvorín.”
La masificación urbana conlleva otras fuentes de estrés, como son la contaminación del aire, el ruido, la escasez de viviendas, los choques culturales y la elevada criminalidad. A mayor tensión, mayor frustración, mayor agresividad y mayores probabilidades de perder la paciencia.
Un futuro económico sombrío
El colapso financiero mundial ha generado estrés y ansiedad por doquier. En 2010, un informe conjunto del Fondo Monetario Internacional y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) declaró: “Se ha estimado que actualmente hay más de 210 millones de personas sin empleo en todo el mundo”. Lamentablemente, la mayoría de ellos no cuenta con ningún tipo de asistencia social.
A quienes tienen empleo tampoco les va mucho mejor. La OIT señala que el estrés laboral se ha convertido en una “epidemia mundial”. Lorne Curtis, consultor de administración de Ontario (Canadá), comenta: “Las personas temen perder su trabajo y se han vuelto muy pesimistas”. El resultado, según él, es que “viven a la defensiva y son más propensas a discutir con su supervisor o sus compañeros”.
Los prejuicios y las injusticias
¿Cómo se sentiría si fuera a participar en una carrera, pero solo a usted se le exigiera correr con los pies encadenados? Así es como se sienten millones de personas que sufren prejuicios raciales o de otro tipo. La gente se enfurece cuando se topa con barreras que limitan su acceso al mercado laboral, la educación, la vivienda u otras cosas necesarias para la vida.
Estas y otras injusticias pueden resultar aplastantes y dolorosas. Y aunque es triste decirlo, la mayoría de nosotros ha experimentado esa terrible sensación en algún momento. Hace más de tres mil años, el sabio rey Salomón dijo: “¡Mira!, las lágrimas de aquellos a quienes se oprimía, pero no tenían consolador” (Eclesiastés 4:1). Cuando abundan las injusticias y no hay alivio, es fácil que el corazón se llene de resentimiento.
La industria del entretenimiento
Se han realizado más de mil estudios para determinar el efecto que tiene en los niños la violencia que se presenta en la televisión y otros medios. James P. Steyer, fundador de Common Sense Media, asegura: “Una generación que se ve expuesta una y otra vez a escenas realistas de violencia extrema crece con más aceptación de la agresividad, menos rechazo a la brutalidad y menos compasión”.
Claro, la mayoría de los niños que crecen viendo escenas violentas en la televisión no se convierten en criminales desalmados. Sin embargo, la industria del entretenimiento suele presentar la conducta agresiva como una forma aceptable de reaccionar a los problemas, lo cual ha producido una generación insensible a la violencia.
¿Resulta práctico ser pacífico?
El punto de vista bíblico
¿Resulta práctico ser pacífico?
EN SU más famoso sermón, Jesucristo dijo: “Felices son los pacíficos”. Y también: “Felices son los de genio apacible, puesto que ellos heredarán la tierra” (Mateo 5:5, 9). Ser pacífico supone más que evitar pelearse con los demás o sentirse tranquilo. La persona pacífica toma la iniciativa en llevarse bien con otros y fomenta la paz.
¿Son prácticas para nuestros días estas palabras de Jesús? Algunos creen que para triunfar en el mundo actual hay que inspirar temor y ser agresivos, o incluso violentos. ¿Es más conveniente pagar a otros con la misma moneda y devolver mal por mal? ¿O resulta práctico ser pacífico? Analicemos tres razones por las que deberíamos prestar atención a las palabras de Jesús: “Felices son los pacíficos”.
▪ UN CORAZÓN CALMADO Proverbios 14:30 dice: “Un corazón calmado es la vida del organismo de carne”. Numerosos estudios médicos revelan que la ira y la hostilidad pueden provocar apoplejías e infartos. Cierto diario médico, hablando sobre las personas con enfermedades cardíacas, dijo hace poco que los estallidos de cólera descontrolados son como un veneno, y que “cuanto más se enfada uno, más se enferma”. Quienes, por el contrario, se esfuerzan por ser pacíficos, desarrollan “un corazón calmado” y a la larga se benefician.
Veamos lo que dice Jim, quien con 61 años da clases de la Biblia en una comunidad vietnamita. “Tras seis años en el ejército y tres operaciones de combate en Vietnam, sabía bastante de violencia, cólera y frustración. El pasado me atormentaba, y no podía dormir. La tensión y diversas enfermedades del estómago y del sistema nervioso no tardaron en debilitarme.” ¿Qué le sirvió de alivio? “Estudiar la Biblia con los testigos de Jehová me salvó la vida —responde—. Aprender el propósito de Dios de restablecer un nuevo mundo pacífico, así como la forma de vestirme de ‘la nueva personalidad’ me ha calmado el corazón. Y como resultado, mi salud ha mejorado notablemente.” (Efesios 4:22-24; Isaías 65:17; Miqueas 4:1-4.) Son muchas las personas que, como Jim, han aprendido por experiencia propia que una actitud pacífica mejora la salud emocional, física y espiritual (Proverbios 15:13).
▪ RELACIONES PERSONALES MÁS FELICES Nuestras relaciones con los demás mejorarán si demostramos un carácter pacífico. La Biblia aconseja que “se quiten toda […] cólera e ira y gritería y habla injuriosa, junto con toda maldad” (Efesios 4:31). Con frecuencia las personas agresivas espantan a los demás, y al final se quedan solos, sin amigos en quienes confiar. Proverbios 15:18 dice: “Un hombre enfurecido suscita contienda, pero el que es tardo para la cólera apacigua la riña”.
Andy, un anciano cristiano de 42 años que vive en la ciudad de Nueva York, se crió en un entorno violento. “A los ocho años ya estaba sobre el cuadrilátero aprendiendo a boxear. Yo no veía a mis rivales como personas. Solo pensaba: ‘Golpea tú si no quieres que te golpeen ellos’. No tardé mucho en unirme a una banda callejera con la que me metí en muchas peleas. A menudo me apuntaron con pistolas y me amenazaron con navajas. Muchas de mis amistades eran frágiles y estaban basadas en el miedo.”
¿Qué hizo que Andy se volviera pacífico? “Un día fui a una reunión cristiana en un Salón del Reino de los Testigos de Jehová y de inmediato noté que entre aquella gente se respiraba amor. Desde entonces, rodearme de este tipo de personas pacíficas me ha ayudado a desarrollar un corazón calmado y, con el paso del tiempo, mi manera de pensar anterior ha desaparecido. Ahora tengo muchas amistades duraderas.”
▪ ESPERANZA PARA EL FUTURO La principal razón para ser pacíficos es, en pocas palabras, que tal forma de actuar honra a nuestro Creador y demuestra respeto por su voluntad expresada en la Biblia. Allí se nos exhorta: “Procura hallar la paz, y sigue tras ella” (Salmo 34:14). Si, tras reconocer la existencia de Jehová Dios, aprendemos y obedecemos sus enseñanzas dadoras de vida, podremos forjar una amistad personal con él. Gracias a esa estrecha relación, obtendremos “la paz de Dios”, una paz que supera todo pensamiento y con la que podemos contar sin importar las dificultades que se nos presenten en el futuro (Filipenses 4:6, 7).
Además, siendo pacíficos mostramos a Jehová Dios la clase de persona que queremos ser. Desde ahora podemos probarle que cumpliremos las condiciones para vivir en su pacífico nuevo mundo prometido. Cuando él elimine a los inicuos y haga que, como dijo Jesús, los mansos ‘hereden la Tierra’, estaremos allí para verlo. ¿No es esta una gran bendición? (Salmo 37:10, 11; Proverbios 2:20-22.)
Así pues, queda claro el valor práctico de las palabras de Jesús: “Felices son los pacíficos”. Podemos gozar de un corazón calmado, de relaciones personales más significativas y de una esperanza sólida para el futuro. Sin duda obtendremos estas magníficas bendiciones si nos esforzamos al máximo por “se[r] pacíficos con todos los hombres” (Romanos 12:18).